jueves, mayo 15, 2008



Rodeada de paredes y palabras, arrinconada, me sentaría acurrucada en la pared a esperar que pase lo que sea que esté pasando o tenga que pasar.

Cierto que tengo la fortuna de ser mujer del primer mundo, con trabajo fijo, con casa, independiente, con buenas amigas, con familia, así que no tengo derecho a sentirme mal, es egoísta e injusto comparado con miles de seres humanos en condiciones mas desfavorables.

He decidido que la palabra en forma de letras vuele con mis miserias, la tormenta emocional debe estallar, para que los exorcismos sean efectivos hay que sacar los demonios fuera, deben saltar a la arena.

Me siento presa de todas las -adas, acos-ada, intoxic-ada, traicionada, machac-ada, desgast-ada, decepcion-ada, amordaz-ada...(bueno, menos embarazada)

El desencanto de las pequeñas cosas, detalles , traiciones nimias, actitudes..., raen lenta pero tenazmente jirones de alma, jirones de vida, fricción continua que escara la débil piel que me contiene.

Siento mis pellejos resentidos, ya no es un dolor lacerante sino sordo, los síntomas de la cronicidad se van manifestando, tomando posiciones, negando la posibilidad de curación.

Es la forma en la que se viven las cosas la que desgasta de un modo u otro a las personas, pero, ¿ que condiciona la disposición? Experiencias, miedos, recelo...la maraña es importante

Si algo hay bueno, bonísimo en mi vida, son mis amigas, ya se que no es necesario decirlo, pero para mi es importante, son el fuego de cariño que más me reconforta, son mi Euro millón.

Las amo y las admiro, todas ellas (son pocas, somos media docena) tienen su lucha individual, su pulso con la vida, son necesarias y en gran medida los tentáculos de su vitalidad dan algo de sentido a la mía, gracias a ellas siento que tengo algo que vale la pena, algo que no quiero perder por nada del mundo.

Claro que tengo motivos de lucha, mis hijas son mi bandera y mi prioridad en categoría absoluta, esta es una cuestión básica, tan elemental como obvia, es el punto del que pato desde que decidí que nacieran, ellas me han hecho comprender el sentido real de muchas palabras como: responsabilidad, amor, alegría, dolor, esperanza, angustia y multitud de emociones chispeantes.

A medida que los hijos crecen los roles y las interacciones van cambiando, padres e hijos van ampliando sus territorios individuales, van dando espacio a sus vidas manteniendo los vínculos. He aquí mi mal, no tengo una ilusión, no tengo objetivo personal que me mueva, siento una soledad cronica, del dia a dia.

La impotencia y la condena que supone recorrer ese largo pasillo que no tiene puerta al final.

Será la primavera