jueves, octubre 05, 2006



Contrastes, paradojas, adrenalina que sube y baja, cambio de velocidades, viajar en un vagon descubierto, el sol, la lluvia, el aire te dan en la cara, te empapan y te secan, producen vértigo y emoción, también miedo, incluso sensación de vacio, otras veces de inmensa plenitud. Es la montaña rusa, es la vida, conocida, esperada y a la vez sorprendente.
Me alegra ir subida en un carro de fuego. El fuego quema, también calienta, resurge de las brasas, sus cenizas sirven como abono e incluso para hacer lejía purificadora.
He estado a un tris de la auto combustión, casi dos días llorando sin poder parar, con desazón de corazón roto, de fracaso, de estupidez absoluta e imperdonable, de dolor, perplejidad y auto flagelo.
Hoy estoy serena, el dolor ha posado, ha adquirido la categoría de hecho. Los hechos se aceptan, pues lo que es, es, se ponga uno como se ponga, lo único que se puede hacer es obrar en consecuencia según la propia ética.
No podía entender que uno aplique la Ley al amor, el Amor tiene sus propias leyes sagradas y el máximo exponente de la Ley Sagrada del Amor es el amor incondicional por los hijos, esa es la mejor enseñanza que me han dado mis padres y la que yo doy a mis hijas, esa es mi herencia, mi patrimonio.
Me rasgó el corazón que el padre de mis hijas decidiera aplicar la Ley a sus deberes como padre, que se ampare en la mayoría de edad de la mayor para excusar su responsabilidad, le quedan grandes sus hijas.
Es intangible lo que nos hace respetar o no a las personas, son los hechos, los gestos los que demuestran quienes somos, este último gesto lo ha echado definitivamente de mi vida, ha asesinado brutalmente cualquier buen sentimiento o malo que pudiera tener por él. Para mi ha muerto y lo he enterrado, sin duelo, como cuando eliminas los piojos, como un acto necesario para la buena salud y la higiene. Ser padre biológico es una cuestión de azar. Requiescat in pace

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