lunes, septiembre 18, 2006



Tiempo, el tiempo, no paramos de hablar del tiempo del que no tenemos, de cómo lo malgastamos, de cómo lo perdemos.
“Tempus fugit, carpe diem”, tan antiguo como la civilización, tan ligado al hombre como que lo medimos mentalmente en relación a la esperanza de vida, ese es nuestro tiempo, el capital que se nos da para administrar.
Es un capital incierto e incuantificable, nadie sabe “cuanto tiempo tendrá tiempo”, cuantos años tendrá su vida, pero si podemos decidir cuanta y que calidad de vida queremos tener.
Siento que se cumplen los tiempos en mi vida, que todo está encontrando su sitio a la par que pongo orden en armarios, tiro trastos y rémoras sin contemplación ni sensiblería.
Al avanzar en la vida (los años) he aprendido que hay que ir ligeros de equipaje, que la espalda se resiente y dificulta el caminar, hay menos tiempo, debo llevar menos cargas.
La lección de mi vida es aprender la virtud de la paciencia, en todas y cada una de las facetas que mas me afectan. Debo propiciar la sincronía con los que quiero y esperar; de momento, debo aprender que quien me quiera me busque, saber esperar la iniciativa de los demás puede ser una prueba Herculiana que debo intentar.
Mi cabeza y mi corazón van deprisa, siempre lo han ido, deberían inventar un retardador de rpm de ondas cerebrales y cardiaco-emocionales, me insertaría el chip
¿Todo el mundo sufre igual? Mi alma tiene un fondo de tristeza al que no daré cuartel, quiero tener la fiera amordazada.
En los ultimos días me he repetido a mi misma que soy fuerte, tan fuerte como sé que soy, como una roca granítica, variada en su composición de silicatos, con estructura y cristalización irregular, pero firmemente cohesionada.
En mis desvarios, reflexiono sobre esta mi ultima y decadente etapa, desde la fase de ansiedad hasta hoy, que me permito la libre expresión de mi persona, me permito amar, reir y llorar, he pensado si son indicio de menor fortaleza, pero mi soberbia ha superado sus propios limites para contestarme que es tal mi fortaleza que me permito sentir en propia carne la debilidad del humano.
Ese es el objetivo, dominar mi impaciencia, reducir mi velocidad para controlar ese bicho interno que es la soberbia.
Compruebo que no todas las cicatrices de mi maltrecho corazon han hecho callo, ya se sabe, cicatrizar duele pero no mata.
Besos chalao-deliroides

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