El día está triste y lluvioso, he salido de buena mañana a pasear con mi perro, refugiada bajo varias capas de ropa, gorro, guantes y bufanda.
He disfrutado el aire frio y humedo golpeandome la cara, unica parte de mi anatomía expuesta a la inclemencia.
En el transcurso de la mañana, un agujero se ha ido apoderando de mi interior, ha ido creciendo insidiosamente hasta crear un vacio, estoy irritada e irritable.
Mi cabeza gira y gira sin llegar a ninguna solución, ya no es tener que estirar el dinero hasta hacer un hilo de seda, ni la mala pata de quedarme sin dientes (500 € de broma), es el cansancio que me produce ser el guardián de los intereses de mis hijas, el hastio de las proximas cuentas, del intento burdo de extorsión.
Podría hacerlo, pero no voy a abandonarme, podría dejarme llevar facilmente, una vez se instala el vacío, el agujero negro se hace presente y ejerce una fuerza seductora y centripeta.
No escucho esos cantos de sirena, ya me arrastraron una vez al abismo.
Estoy construyendo una concha pequeña, de mi tamaño, llena de almohadas que acojan mi ser dolorido, según como estoy de hinchada solo quepo yo, si estoy bien, pocos más.
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