Camino sin rumbo hasta desfallecer, siento el tiempo como un movimiento pendular, eterno y breve, martilleando dentro del unico habitaculo que de verdad me pertenece: mi cabeza.
La vida del laberinto interno consiste en atravesar la maleza, sentir el cuerpo desnudo, ajado y frágil, lacerado por las zarzas, la impotencia de ser ¿quien?.
Al caer la noche, la energia se ha hecho aire y la certeza de haber vuelto al punto de partida abona una nueva desesperanza.
Se que el pozo siempre ha estado ahi, camuflado entre las ramas, como una trampa conocida, una salida que se desecha a priori, pero hoy aparece como una alternativa tentadora, como una posible solución al caos.
La redondez de su boca es atractiva, el negro profundo de su interior es un canto de sirena que promete el infinito, la nada, el descanso, la paz...
Cansada, obnubilada, aturdida y el oscuro iman emitiendo un seductor reclamo, su entrada se viste de luz de luna ... como un trampantojo del abismo.
Desde mi atico sin ventanas pienso en explorarlo, quizá bajar escalando, despacio, intentar vislumbrar el fondo...
Pasan los días sin ceder a la tentación, retomando cada amanecer mi peregrinar por la selva neuronal, el tormento de una amputación tan brutal ,que cualquier dolor puede proceder de un "miembro fantasma", ya he perdido la cuenta.
La prudencia de un descenso controlado, pierde sentido, no tengo agallas para tirarme de cabeza, no, eso añadiria lastre, entonces fantaseo.
Imagino que es un espacio mágico, dotado de ingravidez, sueño con asomarme y dejarme llevar, recorrer el angosto tunel con el suave movimiento de una pluma. Sé que no es así, que sentarse en la boca del pozo, con los pies colgando hacia adentro, es peligroso en estados de confusión, aparto esa idea de la cabeza, la mirada absorta pasa sin transición del claroscuro al negro irresistible. Nada mas existe, tengo la mente en blanco ¿en blanco o en negro?
La humedad, el frio y la larga sentada han convertido mis posaderas en un tempano con agujetas, me muevo para amortiguar la incomoda sensación y resbalo.
¡Tanta planificación resuelta accidentalmente! Siento Pánico.
Cuando ya se le ha perdido el miedo al miedo, las leyes de supervivencia tiene previsto el Pánico para hacernos reaccionar.
Me agarro a la irregular pared con garras de primate, freno la caida, la adrenalina de la supervivencia me hace percibir el aliento de la vida.
Miro hacia arriba, la luna ilumina la verticalidad imposible, tengo los musculos frios, noto cada una de sus fibras agotadas, apunto de abandonarse a la lasitud, a la nada ...
Una estrella fugaz me regala un minuto de consciencia y descubro el engaño del pozo, esa Nada prometida es ilusoria, esa Nada no es la Muerte, es dolor, es Locura.
Agarrada a la pared, con la cabeza ladeada, hundo mis manos y mis pies en la húmeda pared de barro, los movimientos deben ser precisos, cada miembro debe esperar su turno para moverse lentamente hacia el ascenso, y de vez en cuando, descansar mirando al firmamento, alimentar el deseo de alcanzar la superficie, para tumbarme sobre la hierba y contar estrellas.
Aún quedan unos metros para la meta, sigo con el ascenso cuidadoso, cualquier avance supone una dosis de alegría por el esfuerzo consciente, los tropiezos han dejado de ser fracasos y van tomando forma de retos.
Mi cabeza se ejercita haciendo planes, sé que se desvaneceran como el humo cuando consiga salir, no importa, nada es como se piensa, nada es hasta que no se contrasta con los otros.
Solo me propongo una tarea de obligado cumplimiento, buscar cada noche un claro de bosque, tumbarme sobre la hierba y dejarme sentir, esperar dulcemente la caricia de la luna y la chispa de lucidez de las estrellas fugaces, que sé que me aman, que sé que siempre estan ahí .
Para ti, para mi, que se que lo entenderás.
Besos ascendentes.
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