jueves, abril 13, 2006

Viaje al sur


Ha tenido que hacer una triquiñuela para coger el autobús, un golpe audaz de los que ocasionalmente se enorgullece, chasquido de dedos y... resuelto, le dice al taxista que le lleve al pueblo próximo en lugar de a la estación de autobuses.
Desearía que esa determinación y ¿por qué no? clarividencia, que se le apodera puntualmente ante pequeños inconvenientes, se hiciera mas frecuente y extensiva a otras áreas de su vida.
Le espera un viaje largo y pesado, las pequeñas incomodidades en los viajes le hacen recordarlos de forma más vivida. Este es un viaje incómodo en algunos sentidos, pero con un destino estupendo: huir temporalmente hacia el sur.
El sur, ese sur que intuitivamente le inspiraba la libertad, presentía que su aire era diferente y se respiraba diferente al del resto del mundo. Se ve paseando en sus playas interminables, los pies descalzos en la arena mojada, el salitre...
También va a constatar un imposible y a disfrutar de un sueño, está intranquilo.
Se acomoda en el autobús, busca unos caramelos y el walkman, un poco de música relajante New Age.
Dormitará tres horas hasta la capital, también lleva un libro que está acabando, desde que le conoce es el tercero que lée. Es curioso, piensa, su primer amor se empeñó en que leyera y no lo consiguió en 20 años y este lo ha conseguido sin saber él cómo.
En la capital hará transbordo y cogerá otro autobús que le llevará a la ciudad de Boabdil el Chico, allí estará él esperándole, con su coche pequeño, con su carita lánguida y triste, con los ojos brillantes del naufrago que cree ver un bote en el horizonte.
Se relaja, intentará prepararse para recibir el espíritu de libertad de los aires del sur, intentará disfrutar y vivir una historia bonita.
Hablar con ella le hace bien, reflexionan juntos. Esta relación que había vivido como asfixiante y destructiva, a la que achacaba su malestar interno y su permanente insatisfacción, falta de valoración y muchas más cosas, se ha transformado en algo enriquecedor y benéfico, se atreve a decirle cosas que no osaría verbalizar ni ante si mismo, ella las saca a la conversación naturalmente, con claridad, a veces sin caridad, ella es así.
Ayer hablaron del futuro próximo, él le dijo que necesitaba distanciarse; ella le preguntó:

- ¿el sur?
Y el dijo:
no, un pueblito de interior.
-¿te vas a hacer anacoreta?.

Es inverosímil, no solo, como ella le entiende, sino como sintetiza en pocas palabras todo un proceso. Anacoreta, fue la clave.
Ella sabía que él ante su situación se hundió en su fango, en su autocompasión, en la fatalidad negra de su existencia, en sus sensaciones de desamor, de menosprecio, de minusvalía emocional, y como consecuencia pensó en suicidarse como la única solución posible, la más digna o por lo menos la más romántica, como le diría ella con sorna.
No llegó a expresarlo, ella lo hizo por él, le dijo

no se te ocurra suicidarte que las niñas no cobrarían el seguro-
Días mas tarde, cuando vio que su historia era una más en la complicada sociedad en que vivimos, la idealizada solución suicida se fue desvaneciendo de su cabeza, paralelamente, una necesidad imperiosa de aclararse, de saber quien era realmente frente a si mismo, se instaló obsesivamente en él
De nuevo ella fue quien le dijo

Necesitas distanciarte, la distancia y la soledad elegida son buenos consejeros.-
Sabe que ella ha resumido todo su proceso en la pregunta sabiendo ya la respuesta ¿te vas a hacer anacoreta?
Este viaje al sur es como una iniciación para su autoconocimiento; cuando regrese buscará un pueblo en el interior, a medio camino de todas partes. Unos meses de vida cartuja, lejos de su vida, lejos de todo, le ayudarán a serenarse, la harán bien. Debe decidir su próxima partida, su siguiente viaje.

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