martes, junio 27, 2006

BESO-CADENA

Hoy, al salir la ha besado. Al hacerlo ha murmurado, más para él, que para ella :
Mira, hoy me saben bien tus labios-
Ha repetido el beso dos veces más, regocijándose en su sensación jovialmente, encantado de redescubrir los labios.
Ella ha recibido el beso y el comentario sin afectarse, sin despegar los labios, los sentía firmemente pegados entre sí, como una barrera.
Este ritual de los besos a la entrada y a la salida de casa, esa inercia aseguradora de que esta bien lo que no está bien porque se cumplen las formas, le cansa.
Esta parafernalia se instauró entre ellos hace muchos años, demasiados, ya no van a intentar cambiarse, ni siquiera van a intentar soportarse más.
Cuando él se ha separado ella ha dicho:
- Mis besos siempre han sido buenos y mis labios de lo mejor que tengo, no es por nada.-
Al acercarse ella ha percibido su elixir bucal, siempre le han provocado una desconfianza estúpida los elixires bucales y las personas que los usan, es como si fueran productos “enmascaradores”, inconscientemente piensa que el usuario quiere dar impresión de excesiva asepsia. Nada en concreto, solo que le resultan de poco fiar.
Son otros los besos que necesita, sin rituales, sin marasmos, sin esa telaraña que se teje con el hilo invisible de ocultar los sentimientos, de acumular y alimentar ira.
Ella necesita los besos que no se ocultan bajo estereotipias o bajo la imagen preconcebida de lo que se espera de nosotros, esos besos cuya trama se teje con hilo de amor visible y sincero, del que nace de la honestidad del corazón.
Un pensamiento la hace sonreír con malicia,
¡Que bobo, si él nunca ha sabido besar!.
Sigue observándolo. Con el paso de los días cree deducir que su ritual de besos responden a un modelo interno de expresión que ni siquiera él conoce.
Los dos últimos días la besa en la frente
- “Como el Papa” dice ella, aunque siente el beso frío y distante, piensa
(“Casi como Judas”)
Ahora intentará no ser repetitivo, controlar un poco más su lenguaje corporal y se empezará agobiar, como el que se faja una funda bajo el sol de agosto.
Ella piensa que no soportará sus arranques si esto sucede, intenta liberarse y cada minuto se impone una atadura o un lastre mas.
Coge el soplete y lo dirige a la cadena, aplica la llama en el centro hasta que se rompe.
El calor le quema los dientes y los labios le arden al decir
- "No me beses más si no te lo pido"



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