Sin saberlo nos movemos siempre dentro de unas coordenadas, actuamos en función de parámetros internos, cuyos resortes, se accionan muchas veces sin que sepamos quien ha pulsado el interruptor. Enfrentamos una situación, la elaboramos, la asumimos, entonces, la realidad de los otros, su forma de ver las cosas y de responder a ellas interacciona con la nuestra, no siempre en la misma dirección. O sea que la vida es mu difícil, prácticamente imposible de entender. Cuando una convivencia se da por terminada intelectualmente, de buenas formas, con buen rollo, parece que todo va ser fácil o al menos civilizado, grave error de cálculo. Los lazos más difíciles de desatar son los que no se ven, los que no se escriben en un papel; me contaba una amiga que llegó a disputarse con su ex, (tras proponerse ambos buen rollo), un cenicero robado en una noche de juerga. Llegó la ruptura, él dijo “mañana me voy a mi piso” y se fue; al principio con lo indispensable, unas sabanas (que yo le compré), unas toallas, cafetera (tb la compré) y algo de ropa. Los primeros días venia a cualquier hora, más que cuando vivía aquí, parecía que se llevaba cosas, hasta que un día abrí el armario y seguía lleno de su ropa, la casa seguía plagada de sus objetos personales, han pasado dos meses y hoy he descubierto en el baño objetos suyos. Educadamente, un día le sugerí que se llevara sus cosas pronto, pues tenía necesidad de reorganizarme antes de que acabe el verano, no le sentó bien, incluso intentó herir diciéndome “no se que te pasa pero estas muy borde, esta casa aún es mía tambien”, afortunadamente lo que él hubiera deseado que me pasara no me pasaba (él creía que estaba agraviada de desamor, que bobo, que poco sabe de mi). Dos semanas más tarde, le dije que considerara que aunque la mitad de esta casa sigue siendo suya, en la actualidad es mi domicilio, que estamos separados y que opino que no debería tener llave, del mismo modo que yo no tengo, ni quiero, de su casa. No entendió bien el planteamiento, al menos, dijo que lo pensaría. Han sido 20 años de convivencia, toda una vida, la mitad de la mía, entiendo que no se puede levantar un muro de hormigón, pero tampoco basta con una cortina de chapas. Comprendo pero no entiendo su actitud, se ha ido de casa como no se fue a los 18 años, con la actitud rebelde de un adolescente que rechaza lo dado y quiere conseguir sus propios logros, con la contradicción adolescente de no desvincularse del todo de su anterior vida, con la necesidad de saber que si fracasa alguien lo recogerá, yo lo quiero mucho, es el padre de mis hijas elegido conscientemente, pero yo no soy su madre, ni está es la casa familiar, ahora es una casa de mujeres. El final del verano es el limite, lo se desde la primavera, el ciclo lo cerraré en Octubre, como debe ser. Haré papeles en cuanto venga mi abogada de vacaciones Me preocupa el tema económico, intuyo que su planteamiento es distinto del mío y digan lo que digan mis amigas, debo encontrar otra fuente de ingresos mayor u adicional, pues me temo que los derechos y la realidad no son siempre conjugables. No pretendo que él se quede libre de sus responsabilidades, me siento en la obligación de estar preparada para asumirlas todas si él las elude, detesto quedarme con el culo al aire teniendo a las dos niñas a mi cargo. Mi hija la mayor se está planteando estudiar y trabajar, la decisión es suya, personalmente creo que no debe, que perderá un año de estudio y que quizá se desvincule un poco, aunque ganara experiencia vital. Es trabajadora y ambiciosa de independencia, la conquista poco a poco y con dolor, elige siempre caminos arduos. Voy a ir a comer con mis padres, necesitan mi atención, estas cosas hasta ahora pasaban en casa de otros, soy la primera separada de nuestra familia. Mi familia y mis amigas, como un solo bloque, se han transformado en un colchón de látex, cómodo y firme, se preocupan, optimizan, y como yo, saben que saldremos adelante. Besos acompañados.
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