miércoles, marzo 23, 2005

Itaca o el olor del mar



He preferido atravesar la ciudad andando, disfrutar del olor otoñal de esta querida ciudad, no se, deben ser 10 o 12 paradas de metro y dos cambios de línea.
He decidido irme, el sueño de mi Itaca particular me ha dejado arrasada de sentimientos y de fuerzas.
Recuerdo el día que llegué, fue el día que murió Julio Cortázar, uno de mis pocos (¿pocos?) personajes-fetiche. Del día que me fui, no recordaré nada en especial, salvo el dolor..
Aprendí la lección de la vida en poco tiempo, “ la vida es dura, ya verás como a pesar de los pesares, tendrás amigos tendrás amor, tendrás amigos...”
Estaba dispuesta a exterminar las rigideces pueblerinas que creía me oprimían, aprendí con lágrimas del corazón, que la cárcel es uno mismo.
El trabajo duro, durísimo, precario, los ingresos más que escasos.
Soñar con poder comprar el periódico los Domingos y poder leerlo al sol, en una terraza, con una cerveza fresca.
Las amistades peligrosas, un mundo subterráneo y subyugante, rozando limites, conociendo personajes singulares “la fauna”, en el argot que pronto incorporé.
Jamás cometí un acto delictivo, ni realicé ningún trabajo deshonesto, pero frecuentaba a quienes lo hacían para subsistir o por simple placer
En esta época conocí “el ambiente”, lo más “Chic” era el Up & Down, un ambiente variopinto de dinero, sexo y noche. Travestís, transexuales, homosexules, anticuarios, joyeros y “gente guapa”
Fue una época demoledora, yo conservaba y cumplía con mi trabajo decente y por las noches frecuentaba a mis amistades y sus aventuras. Riesgo, curiosidad, emoción, sueño.
Fue una suerte que me dejara.
Lo pensé en el mismo instante que lo hizo, a la vez que me partía el corazón.
Me citó aquí, en este hermoso café que tanto supo de nuestro amor, y de tantos de sus amores, era su campamento base.
Estuve esperándole casi dos horas, algunos de sus amigos me saludaron sin poder evitar miradas de pena
Ahora sé que se despedían, me devolvían a mi ordinaria vida, me colocaban de nuevo al otro lado de la invisible barrera.
Transcurridas dos horas y media un chico joven, vestido de motorista preguntó por mi y se acercó, traía un paquete de él. El dolor me rompió.
Pregunté al chico por él, dijo no saber nada, solo era un mensajero y hacia lo que le pagaban.
Abrí el paquete, ni una nota. La forma en que lo hizo me pareció despreciable.
Sus amigos habían desaparecido, quizá temieran ser interrogados.
El paquete contenía unos pocos objetos personales míos que estaban en su poder.
En los días siguientes no cogió el teléfono.
Al cabo de una semana, su abuela se apiadó de mi y se puso al teléfono, me dijo que lo olvidara, que lo mas decente que había hecho su nieto en su vida era dejarme, que yo era una buena chica y a él hacía años que lo daban por perdido. Me despedí de ella para siempre, con afecto.
Después supe que el mayor dolor, el desgarro, se debía a mi orgullo herido. Era consciente que esa vida sólo quería conocerla, no protagonizarla.
Al fin y al cabo soy rural
Las lágrimas me cegaban, brotaban sin parar, me sentía exhausta, incapaz de detenerlas, necesitando que ese torrente interior se vaciara del todo.
Cuando llevaba media hora de trayecto hacía mi casa, caminando sin ver, el aroma del otoño de la ciudad se apoderó de mi y aunque no cesó mi llanto, sosegó mi alma.
Recordaré su aroma de ciudad cosmopolita, sus flores, sus fuentes, sus coloristas terrazas, su arquitectura modernista, el Café de la Opera, las ampollas en los pies y el olor a mar. Besos.










3 comentarios:

Begoña dijo...

Me has hecho llorar, tengo un gran nudo de recuerdos en la garganta y apenas puedo ponerte unas lineas para que sepas que me has llegado muy hondo, un beso.
Begoña

Begoña dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Begoña dijo...

Itaca te regaló un hermoso viaje. Sin ella el camino no hubieras emprendido.Más ninguna otra cosa puede darte.Rica en saber y vida, como has vuelto,comprendes ya lo que significan las Itacas."Kavafis".
Gracias por compartir. Teresa.