Mi hija se ha ido de casa esta mañana con su móvil, su cargador y su tarjeta con 200€.
He querido mentir y mentirme, diciendo que no me preocupa.
He querido tranquilizar a su padre, diciéndole que esta niña necesita que la vida le de un par de hostias para que se sitúe en el mundo real.
Tengo miedo. No la voy a llamar. Ha sido un pulso estúpido de poder y ataque de huevos por su parte. En otros momentos ha podido haber más motivo. Doy gracias a Dios por no haber perdido el temple en la discusión.
Ella está mal, lo se, se lo noto, la percibo, es mi niña al fin y al principio, no me extenderé sobre el cariño materno, no soy propensa.
Creo que ella está mal, porque se está dando cuenta de lo que ha hecho. De que hace daño. De lo que siempre le he dicho, todo tiene su después, su consecuencia, hay que valorar, hay que medir, hasta donde llegas con el otro.
Ya no esta enamorada locamente, ya el empujón hormonal veraniego ha descendido y su vertiente intelectual, el reencuentro con sus amigas sin novio y su propensión a la noche farandulera, unido al interés del niño por retenerla mediante gimnasios, vida complicada y películas de video, suena a funeral.
Una parte de ella se siente culpable, lo va a dejar, lo sabe. También sabe que lo dejara hecho polvo, que él hará por reponerse, pero a lo mejor no lo que más le convenga.
Me duele que mi nena esté así, pero ella se ha metido en este fango, cuidadosamente advertida por mi en cada momento.
Por eso esta furiosa contra mi.
Mi compañero- hermano esta derrotado por la ausencia desairada de “su niña”, intentaré acompañarle, le hago notar que estamos juntos en esto.
Personalmente me siento tan bien acompañada y acogida que dentro del dolor me siento una privilegiada.Besos muy, muy tristes
sábado, noviembre 05, 2005
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