He terminado mi tanda de cuatro noches y al llegar a casa todas dormían, había que sacar a Elvis. He optado por lo mas rápido, que no lo más comodo, ni lo que me apetecía y con cierta resignación lo he llevado al campo.
La mañana ha amanecido esplendida, hemos tomado el camino de la ermita para cruzar despues al andador de la vía.
Una brisa ligera movia el aroma de las flores silvestres. Abundantes ramilletes de Helleborina perfumaban el aire con olor a miel, grandes arbustos de espino cuajados de diminutas flores blancas evocaban la fragancia de la Milenrama.
Estoy inquieta. Las niñas siguen durmiendo. Mi primera salida de la Cueva en cuatro años, en este tiempo no he pasado una noche fuera, he sido la columna que peremne sostiene el tejado.
Desde que decidí hacerlo la ambivalencia me persigue y me acosa, estoy feliz por hacerlo y me siento culpable por lo mismo, irracional sensación de "abandonar" me asedia.
Él llama indignado, dice que es la tercera vez hoy, ignoro su tono, quiere saber que hacer con las niñas este fin de semana, le digo que se quedaran juntas en casa, pone voz de disconformidad pero noto el alivio que le supone. Lo emplazo a tomar café a las tres.
Salgo para Londres a las ocho. Con irracionalidades y todo pienso disfrutar la experiencia.
Salud
viernes, abril 24, 2009
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