Es Otoño. Es lunes y llueve.
Ayer, anduve flotando todo el día en una nube fantástica. Todo mi ser estuvo sometido a una gratificante sensación de levedad, de ingravidez lunar.
Sentir el tiempo desgranarse lentamente, mientras la evocación de sensaciones y sentimientos recientes me sorprendían instalándose en mi boca, dibujando una sonrisa boba. (Aún tengo restos).
Contaré una parábola sobre el tren.
La vida, ese concepto etéreo y a la vez tangible, es como un tren.
El tren no tiene destinos, tiene trayectos, repite y varía estaciones.
Son los pasajeros los que tienen destino.
Este singular tren no admite reservas anticipadas, ni siquiera permite elegir en la categoría que te va a tocar viajar en cada tramo.
El vagon a ocupar y la categoría es siempre circunstancial e imprevisible, igual viajas en el AVE que en un vagon de mercancías.
Creo que la felicidad es un trayecto, no un destino y voy a aceptar billete en todos los trayectos que pueda.
No le pido mucho al destino, sólo que me ayude a conservar mi cabeza como hasta ahora.
Me permito soñar con mi independencia compartida desde otro plano.
¡¡Vivan los trayectos de felicidad aunque sean cortos!!
lunes, octubre 10, 2005
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1 comentario:
Muy buen post...
De eso se trata la vida, estoy de acuerdo, la felicidad se encuentra en la acción, es una suma de trayectos cortos, no es un viaje continuo ni un destino final y estático...
Voy a dejarte una de mis frases preferidas, es de Johann W. Goethe, autor del Fausto: "Todo se soporta en la vida, con excepción de muchos
días de continua felicidad".
La estación de la felicidad no existe, hay que seguir viajando!
PD: Sahaquiel no es mi verdadero nombre, lo tomé de Evangelion, una serie de animé.
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