
Elvis impaciente por llegar al Conservatorio, que es donde lo libero de la correa, olisquea con recelo el perimetro del Pipi-Can, jamás entra, si los perros fueran expresivos, su cara sería una mezcla de miedo y asco.
Cuando está claro el camino que tomamos, mi perro me ofrece un recital de danzas que celebran la sensación de libertad, sus saltos, sus idas y venidas, sus miradas de localización si se aleja, me regala una sensación de felicidad no comparable a ninguna otra.
Estos paseos y él, me ayudan a recolocar las ideas y los sentimientos.
El sol amarillo yema de julio ha rebajado su intensidad dos o tres tonalidades en la escala cromática, la luz ambiente adquiere matices de color más frios, el campo ya está segado y las zarzas plagadas de moras, el otoño nos anuncia una nueva etapa.
Las cosas van a cambiar, en una semana empieza el cole, el dia 10 la peque su ultimo curso de bachiller, despues iremos a Pau a acompañar a mi Robbina.
Ellas son mi unico Tesoro (sin olvidar el mandamiento oficial de amor materno más genuino: "Cuidar, querer y educar para bien abandonar").
Es muy dificil ser cualquier cosa 24 horas al día y 365 dias al año, así que ejecer de madre bajo este régimen laboral, año tras año desde hace casi 21, es una carrera de resistencia y amor en proporciones similares.
Aprendo de la Naturaleza a observar los cambios en pequeños detalles, imperceptibles para sentidos no entrenados, detectar el cambio de olor del aire es como ver a mi Robbina estudiando o sin salir un sábado, o a mi peque saliendo a todas horas y planchandose el pelo sin interrumpción. Los ciclos se suceden progresivamente.
Estoy contenta del rumbo que esta tomando nuestra carreta y es el momento adecuado para tomar las riendas y manejarse entre la flexibilidad y la firmeza.
Nos sentamos las tres juntas en el pretil del carromato.
Besos de inicio
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